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18 feb 2011

Las Garras del Demonio - Cap 5

Envy

Una serie de melódicos pitidos anunciaban la voz grave del piloto.

-Atención, señores pasajeros, abróchense los cinturones, por favor.-dijo con voz grave y educada.-Vamos a aterrizar.

Bellas y hermosas azafatas, ayudadas por atractivos azafatos, todos vestidos de azul y rojo, paseaban por los pasillos del avión recordando las palabras del piloto de grave voz y ayudando a los más rezagados a abrocharse el cinturón.

Era un hermoso día claro y agradable tras días fríos, que predicaban el final de la estación helada y el retorno de la primavera. El blanco avión Vector-V16 de la compañía Aire aterrizó sin complicaciones en el Aeropuerto Esmeralda de la Ciudad. El aeropuerto era un enorme edificio de techo de un material completamente trasparente y duro como el acero, parecía bullir con vida propia, con miles de personas sin rostro caminando en su interior como sangre encarnada en un ser vivo. Sin embargo, ese día había algo fuera de lo común: una masa ingente de reporteros, armados con cámara y micrófono, esperaban con ansiedad frente al enorme edificio como enemigos frente a una inexpugnable muralla, esperando a que alguien saliese por la puerta.

Greed miró con frustración el enorme grupo de periodistas que bloqueaban el acceso a la puerta, preguntándose como demonios iba a recoger a Envy del aeropuerto sin que alguna cámara indiscreta les fotografiase.

De repente, los periodistas se alborotaron y se lanzaron sobre una mujer de frágil aspecto que acababa de salir de la terminal maleta en mano. Sus cabellos, ligeramente ondulados, poseían un color plateado que obligaba a apartar la mirada. Su piel, blanca y suave no llevaba ningún adorno, a excepción de la ropa misma, y aquella sencillez la hacía bella. Completamente vestida de negro, como si su ropa estuviera en lucha con sus cabellos plateados. Llevaba un largo y cálido abrigo negro y calzaba unas pesadas botas de montar de cuero azabache. Sus ojos estaban ocultos tras unas enormes gafas de sol.

Greed maldijo a la madre que parió a todos y cada uno de los periodistas y se marchó cabreado hacia su coche con la esperanza de poder llamar a Envy y quedar en su casa, cuando, vio que al lado de la puerta del copiloto de su Dash Fly negro, una mujer más joven que él le esperaba apoyada en el capó. Su cabello era muy peculiar, ya que, ondulado en suaves ondas, poseían un color broncíneo con brochazos de oro y rojo, largo hasta la mitad de su espalda. De brillante piel blanca y sedosa, sus oscuras ropas contrastaban con su tez pálida. Al contrario que la mujer a la que asediaban los periodistas, sus ropas eran normales y corrientes, y aquello, de una extraña forma que Greed no comprendía, le sentaba tan bien como cualquier seda exótica. Llevaba una sudadera negra con un bolsillo central, cuyas letras blancas rezaban: "I´m a strange Girl… What else?" Sus piernas estaban envueltas de unos sencillos vaqueros grises, y al contrario que la última moda, no eran ajustados o excesivamente anchos, sino que eran los suficientemente anchos como para ser cómodos y lo suficientemente ajustados como para marcar sus bien torneadas piernas, embelleciéndolas. Unas cómodas y viejas deportivas negras completaban el vestuario de la joven.

La menuda mujer, le fulminó con sus expresivos ojos, que al sonreír podían tornarse ambarinos, y al enfurecerse, unos ardorosos ojos rojizos. Estos estaban escondidos tras unas gafas de montura fina y anaranjada de temporadas pasadas.

-Llegas tarde, Greed.-gruñó la joven enfurecida.

-Pensaba que eras aquella, Envy.-se disculpó Greed, señalando la maraña de periodistas.- ¿Quién es?

-Mi representante con una de mis pelucas, por supuesto. ¿Nos vamos? Ni siquiera los periodistas son tan necios como para no darse cuenta.

Greed, en actitud caballeresca le abrió la puerta a Envy, cerrándola tras esta. Echo un fugaz vistazo a la pobre representante antes de marcharse de allí montado en su Dash.

-¿Por qué hay tantos periodistas tras de ti?

-He rechazado el papel protagonista en la nueva película de Gichcock, que lanzaría mi carrera teatral al cine. Pero soy feliz con mi firma de ropa…-musitó con un destello de frustración que pronto se apagó.

Greed notó la frustración y la rabia de Envy, actriz de talento, que veía su carrera frenada en seco por las normas de Blitch.

-¿Qué es lo que quieres, Greed?

-Quiero tu ayuda para un asunto.-le respondió Alex, con la vista puesta en la carretera.

El trabajo de Greed era buscar a posibles clientes, y a veces, él y Sloth recurrían a ella para averiguar "rumores" y conseguir pruebas comprometedoras de aquellos rumores que solo Envy podía conseguir dado que vivía en el círculo privilegiado.

-Dispara, pero no me mates.-añadió con una media sonrisa burlona.

-Necesito que me ayudes a entrar en el círculo de los Abel.

-Los Abel son una familia de hombres de negocios.-gruñó molesta.

-No quiero entrar en el círculo de los negocios, sino en el de amistad… Ser un amigo para ellos, uno más de la familia.

-Para ello debes decirme a que parte de la familia quieres pertenecer. La familia está dividida en dos, descendientes del fundador John Abel, que tuvo dos hijos: John Abel Junior y Mary Sue Abel, que se casó con Red Iscarioth.

-¿Hay algo extraño en la familia?

-No que yo sepa, pero le preguntaré a Lisbeth. En realidad, la familia en general está un poco loca, excepto algunos miembros que me caen bien.

-Comprendo…

-¿Esto no es algo de Blitch?-Greed no respondió, lo que hizo le dio la respuesta a Envy.- Debes esperar a que el asunto de Jack Abel se enfríe, Greed. Es peligroso, sobre todo sin Blitch para ayudarte.

-No te preocupes. Jack Abel y yo nunca nos vimos, así que estoy a salvo.

-Pero te vistes con Iscarioth.-le recordó Envy enfurecida.- Te ayudaré, pero si algo falla, tú y yo no nos hemos visto.-le recordó Envy con acritud.-Hablemos de mi recompensa.

-¿No puedes hacerlo por amor al arte?-preguntó Greed esperanzado.

-Yo nunca hago nada gratis, deberías saberlo.-respondió Envy con una media sonrisa que le daba a su rostro un extraño, burlón e irónico aspecto.-Si haces las cosas gratis, la gente no aprecia lo que haces.

-¿Qué es lo que quieres?

-Lo mismo que Blitch y un poquito más.-dijo Envy con tranquilidad.

Greed abrió la boca, aterrado por la cifra que Envy pedía.

-¿¡Quieres un millón más gastos!? ¡Envy! ¡Eso es un robo!

-Eres rico, querido… No creo que tu riqueza se resienta mucho por dos millones de nada.

-¡¡Dos millones!!

-Greed, me estoy arriesgando el cuello en esto.-dijo con una expresión hastiada en sus ojos expresivos.-Además… Supongo que querrás comprar mi silencio.-añadió con una siniestra sonrisa.

Greed asintió, mordiéndose el labio de rabia al pensar el dinero que le iba a costar aquello. Envy parecía querer exprimir hasta el último billete, casi arrancándoselo delas manos.

-Entonces, por no decírselo a Pride creo que será medio millón más. Pensaba pedirte un millón, pero me da lástima. ¿Cómo me ibas a pagar la próxima vez?-dijo con una risa burlona.

El lujoso coche salió de la ciudad y avanzaba rápidamente entre campos de trigo en flor, entrando en un enorme barrio de chalés a las afueras. Las casas inmensas, magníficas mansiones se erguían imponentes sobre extensos terrenos ajardinados, como castillos en un mar esmeralda. En uno de los terrenos más alejados, había un edificio completamente distinto a los demás. Era un colosal palacio de piedras blancas y tejas negras, con torres y alminares, que se erguía sobre un mar de manzanos en flor, como una Isla Blanca sobre un mar de nubes. La verja negra se abrió con un silencio siniestro, más siniestro que el oxidado sonido de las bisagras de una película de terror.

Greed aparcó en un aparcamiento cercano, donde había otros coches aparcados, probablemente en su mayoría del servicio de la mansión.

-Ven.

Greed la siguió obedientemente hasta unas extrañas sillas blancas aplicadas al muro gris, con un toldo de un extraño material transparente que las protegía de la lluvia, unidas entre sí con una barra de hierro que se alargaba hasta sumergirse en el mar de manzanos.

-Siéntate.

Greed se sentó algo extrañado y ella se sentó junto a él. Envy sacó algo de su bolsillo, y al pulsarlo las sillas comenzaron a moverse a una velocidad endemoniada por el bosque de manzanos. Llegaron a un patio interior de la mansión. Greed se levantó, mareado y descompuesto, mientras que Envy parecía inmune al viaje de las sillas.

Envy entró en la mansión seguida por un mareado Greed, que hacía lo imposible para no vomitar. En interior de la mansión parecía un museo por la cantidad de cuadros y estatuas que decoraban las frías estancias de piedra y mármol. Llegaron a un enorme salón repleto de estanterías a su vez rebosante de libros. En la enorme chimenea ardía un cálido fuego que calentaba el frío salón. Frente a la chimenea, un sofá verde, un sillón tapizado del mismo color verde oscuro y una mesita de café eran los únicos muebles de la sala. Allí no había forma de comunicarse con el exterior, a menos que Envy quisiera. Envy se sentó en el sofá, pulsó un botón oculto en el reposabrazos y la puerta se abrió en el acto. Un mayordomo alto, de la misma edad de Greed, vestido impecablemente de negro, entró con una bandeja de plata en la mano, con una botella de vino en la otra. Sus cabellos oscuros poseían una fría elegancia, sus fríos ojos azules helaban la sangre y su tranquila sonrisa era inquietante. Su tez era tan pálida como si nunca el sol hubiese acariciado su piel. Sirvió el líquido escarlata en las copas de cristal, dejándolo todo sobre la mesa después.

-¿Está todo a su gusto, señorita?

-Sí, Sebastián. Puedes retirarte.

El mayordomo se fue con su negra sombra tan silenciosamente como entró.

-¿Qué tramas, Alexander?-le preguntó Envy, aspirando el suave aroma del líquido rojizo.

-Necesito infiltrarme en la familia Abel.

-Eso ya lo sé, querido… Y también que Blitch no lo sabe. Deja de decir cosas obvias. Si Blitch no está enterado significa que hay un buen pellizco de por medio.-dijo con una siniestra sonrisa.-Yo también quiero participar.

-Lamento informarte que lo que busco está fuera de tu alcance.

-No del todo, querido. Tú me necesitas para conseguir lo que quieres, y yo te necesito para conseguir lo que ansío. Nos necesitamos mutuamente, Tudor, aunque nos cueste asimilarlo.

-¿Qué es lo que quieres?-preguntó Greed con un brillo en sus ojos índigos.

Envy bebió un sorbo de vino con una sonrisa complacida.

-Quiero que vendas tus acciones de "Divine".

-¿¡Venderlas!? ¿Estás loca? ¡Es la firma de moda de más éxito del país!

-Lo sé… Mi empresa "Godess" siempre está detrás de "Divine", solo por el hecho de llevar más tiempo en el negocio. Si tú los vendes, siendo socio mayoritario, los demás se volverán locos por vender las acciones, y la empresa tendrá serios problemas. Puede que haya hecho correr el rumor de que "Divine" está… Digamos… En riesgo de quebrar…

-Pero es mentira. Yo mismo revisé los balances de este año.

-Ya lo sé… Pero entiéndelo. Si vendes tus acciones estando en auge, sacarás mucho dinero… Y luego siempre puedes volver a comprar la empresa a precio de saldo...

-Sin duda sería lucrativo.-admitió Greed, cuya nariz aguileña comenzaba a vibrar.-Pero, ¿qué sacas tú de todo esto?

-Una vez que caiga, "Godess" controlará el sector, incluso si decides comprar "Divine".

-No estés tan segura…

-Eso ya se verá, Greed…

-Aún así suena… Interesante…-dijo dando el primer sorbo a la copa de vino.

Greed se quedó de piedra al notar la imprudencia que había cometido. Aquel vino podía estar envenenado, y Envy podía estar trabajando para Blitch.

-No te preocupes. No quiero tener un moribundo espasmódico en mi casa. Sebastián se sentiría muy contrariado de tener que enterrar un cadáver en el jardín.-dijo con una risita satisfecha.

Greed miró su reloj de pulsera. El tiempo volaba en aquel salón, y él debía darse prisa de llegar a su despacho.

-Entonces, ¿hay trato?-le preguntó Greed, levantándose del sillón.

-Por supuesto.-aceptó con una media sonrisa.-Por mi parte, no hay problema. Pride no se enterará de esto... Pero vigila tu espalda, Tudor. Si Blitch se entera, Wrath vendrá a buscarte…

-Nunca he visto a Wrath.

-Créeme, es mejor que no lo hagas…-dijo con un estremecimiento, sintiendo como un escalofrío recorría su espalda.-Te cuidado, Greed.

-Te preocupas mucho por mí… Envy, ¿cómo debo interpretar eso?-dijo con una sonrisa pícara.

-Tómalo como un "quiero salvar mi cuello".

Envy pulsó de nuevo el botón oculto del reposabrazos, y el mayordomo negro volvió a entrar en la sala.

-Sígame, señor.-dijo el mayordomo con un gesto de sus manos enguantadas de blanco.

Envy se quedó sola en la sala mientras degustaba el afrutado sabor del vino recostada en el sofá verde oscuro. La puerta se abrió de repente y un hombre entró por ella con una fuerza arrolladora. Sus cabellos caobas caían por su rostro como lenguas de fuego, y en sus ojos castaños había una mirada arrogante y orgullosa. Vestía con una elegancia informal, vaqueros negros, un fino jersey oscuro y una chaqueta gris.

-¡Qué sorpresa, Pride!-dijo Envy, rezando porque no se hubiese encontrado con Greed en el pasillo.-¿Qué te trae por aquí?

-Tu estimada compañía.-dijo con una burlona reverencia.-Cierto que tenía compromisos, soy un hombre ocupado, pero disfruto enormemente con tu compañía.

-Claro, Pride.-dijo Envy con ironía.-¿Qué tal "World Times"?

-Igual que siempre. Guerras, corrupción y muerte son siempre noticia en este mundo. Soy el más leído del país.

-Ah… Genial…

-Envy, estás nerviosa… Lo comprendo. Es imposible que lo niegues, lo sé.

-¿Ah, sí?-dijo Envy con nerviosismo.

-Sí, Envy… Si Blitch se enterase.

-¿No se lo dirás, verdad?

-Claro que no… Aunque lo comprendo. Eres una mujer, y las mujeres sois tan vulnerables al amor.

Envy se quedó de piedra al oír las palabras de Pride, para luego relajarse y calmarse.

-Eres muy agudo, Pride.

-Sí. Es imposible resistirse a mis encantos.-dijo con una sonrisa algo vanidosa.

-Pride, yo no me refería a ti.

-Sí quieres engañarte a ti misma, allá tú.-dijo encogiéndose de hombros mientras se sacaba unos dibujos del bolsillo de su chaqueta.

Envy los cogió y les echó un fugaz vistazo, antes de dejarlos de nuevo sobre la mesa, con una sonrisa complacida.

-No te preocupes. Vile se encargará de ponerlo en el sitio adecuado.

-Siempre me he preguntado por qué haces estas cosas. Nunca bajas la guardia.

-Nunca. En este juego los buenos jugadores se hacen ricos, y los malos no. Esta es la vida.

Sebastián entró en el salón como una oscura sombra silenciosa, se acercó a Envy y le susurró algo al oído. Tras ello, se marchó tan silenciosamente como había venido, sin que sus impecables zapatos negros hiciesen ruido al caminar.

-Es hora de irte, Pride.

Pride suspiró, levantándose del sofá y marchándose por una puerta oculta tras una enorme estantería de roble.

Envy suspiró, levantándose con lentitud, como si hubiesen puesto un enorme peso sobre sus hombros y con una expresión de enorme cansancio. Sebastián entró de nuevo en la sala con un largo vestido esmeralda doblado en su brazo derecho y unas sandalias de cuña negras. Al verle, Envy comenzó a desnudarse sin el menor asomo de vergüenza en su rostro. Con una sacudida de su tobillo, la zapatilla voló por el aire, seguida de cerca por la otra.

Sebastián se acercó a ella y le ayudó a desvestirse sin un solo cambio en su rostro, sin una mirada lujuriosa en sus ojos índigos, ni un rubor en su pálido rostro. Solo una sonrisa inocente.

Lo único que Envy no se quitó fue un pequeño tanga de seda negra, dejando ver la desnudez desnuda de su cuerpo, su piel pálida y sus curvas sinuosas. Era delgada, muy delgada para sus seductoras caderas, sin embargo ello le daba la apariencia de una antigua diosa griega. Sebastián le puso el vestido, pasándolo por su cuerpo, quitándole las arrugas al vestido esmeralda. Envy se sentó en el sofá mientras Sebastián le ponía los zapatos con paciencia y dedicación, mientras ella pensaba en la amargura por la que le tocaría pasar. Sebastián se levantó y le ofreció su brazo como apoyo para ayudarla a levantarse. Sebastián le colocó con cuidado la peluca de cabellos plateados mientras ella se colocaba las lentillas de color.

Se aferró al brazo de Sebastián, tomando aire e intentando reunir fuerzas para lo que le tocaba.

Envy entró en la sala, sin embargo fue otra y la misma la que salió. De cabellos blancos como nieve y ojos dorados ya no era Envy. Suspiró con amargura mientras pensaba que quizás tendría que fingir y hacer todo lo que todos hacían toda su vida, por que era lo que se esperaba de ella. Y a la vez lo que deseaba.

Sentía una profunda amargura que nacía del estómago y se extendía hasta su boca como ácida y amarga bilis cada vez que alguien demostraba que la superaba, que era mejor. No podía fallar, no debía fallar. Una mujer nunca debía fallar, si quería llegar lejos. Por ello debía ser mejor que todos ellos. Por ello, Envy significa Envidia.

-Las mujeres que no se espabilan son pisoteadas por los demás. Por eso las mujeres somos así… Es la vida.-murmuró Envy algo ensimismada.-Los fuertes pasan siempre por encima en mi mundo.


-Usted es fuerte, señorita.-dijo Sebastián con una sonrisa tranquilizadora.-¿Nos vamos?

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